miércoles, 17 de agosto de 2011

Bebída / Alejandra ó Vino Tinto

Alejandra ó Vino tinto 
"... Les fleurs sont si contradictoires! 
Mais j'étais trop jeune pour savoir l'aimer." ."
-Antoine de Saint-Exupéry, "Le petit prince".

Todas las prostitutas eran obligadas a masturbarse dos o tres veces, según el caso, antes de que él llegara. Algunas exageraban en su trabajo quedando totalmente exhaustas, tendidas en la cama desnudas, amándose eternamente a si mismas, sin un mundo mas allá de aquel cuarto, algunas veces él entraba y no sentían nada, nada de esta persona, nada; no sentían nada de su cabello corto, limpio, hermoso, nada de su cuerpo cálido y bronceado, nada de aquella bestialidad contenida que tienen todos los marineros, en serio, no lo sentían, hasta que lo olían, hasta que lo veían, hasta que las tocaba, hasta que las besaba, y se enamoraban de él, se celaban de todas aquellas a las que ya ha tomado, se enojaban, le recriminaban, pero no por mucho tiempo, a cada minuto les parecía una persona nueva, diferente, mas hermoso, mas fuerte, mas callado, mas interesante y se volvían a enamorar. No deseaban que se fuera, sus manos frías les temblaban cuando lo veían alejarse de ellas, lo tomaban por el cuello y lo apretaban a su pecho, y cuando se alejaba, se sentían mal, enfermas, feas, brujas, tristes, deseaban ser mas hermosas, mas altas, mas blancas, mas bronceadas, mas mujer, pero él partía, se alejaba hacia la puerta y ellas lo veían, querían asesinarlo, odiarlo, denigrar lo, pero no podían, a veces se convencían de que lo odiaban, de que lo habían superado y hasta olvidado, pero durante las noches se oía a alguna mujer llorandole, como si el luto las cubriera. Lo añoraban, lo soñaban, lo imginaban, lo veían -engañándose en su mente- en el banquero gordo y torpe, que podía pagarse todos los días una chica diferente y que de vez en cuando regalaba alguna baratija aquí ó allá. Y así pasaban los días, y así los hombres, que parecían cada vez mas viejos y cansados, hasta que llegaba el día catorce y él volvía, ellas no lo admitían pero se emocionaban, algunas se perfumaban y esperaban ser ellas las elegidas esta vez. Las chicas nuevas no entendían lo que sucedía, el color y el alma del lugar cambiaba; se volvía rojo, amarillo o anaranjado en lugar del diario común azul ó verde, ellas no lo entendían, ella no lo entendía, no lo entendía con su vulgar mirada, y su boca limpia. Ella se sentó en algún rincón mientras que otras la cubrían parándose enfrente de ella para esperarlo, cuando él llegó su curiosidad fue mas fuerte y se levantó y lo vió, lo vió acercarse a ella, tomarla por el brazo y de pronto la dirigía a algún cuarto, ella no entendía nada, ni tampoco el alboroto que las demás armaban, lo vió como un hombre normal, hasta que él le sonrió y ella se sintió cálida y le devolvió la sonrisa, la besó, le tocó rostro, ella lo alejó esperando ser reprimida, pero no funcionño, él se alejó acercándose a la ventana que cerró, ella en una esquina lo esperaba, su piel blanca la hacía brillar en la habitación y él lo sabía. La tomó por la muñeca, luego la otra, la volvió a besar, se sincronizaron, ella acercaba su senos y su cadera, en algún momento sus sexos se encontraron y creyeron por un momento amarse, se sentían agusto con el otro, se sentían tensos, húmedos y torpes. Ella sentía necesidad de él y se acostumbro a su presencia, pero él se alejó, las manos de ella se volvieron frías y se amarraron a su cuello, esperando que no sucediera lo inevitable, pero paso, se alejó, se vistió, giro la manija de la puerta, pero no termino, ella había lo había impedido clavando le las tijeras en cuello y tirándolo en el piso. Ella lloró desnuda sobre él y se cortó la muñeca derecha, que unas horas antes la había acercado a él. La sangre no acababa de salir de sus cuerpos; él como un caballo se revolcaba toscamente por el piso mientras la vida se alejaba dél, mientras ella mordía su pecho desnudo buscando rasgarle la piel y comerle el corazón.
Ellas abrieron la habitación y vieron los cuerpos contorcionados pero unidos, el color era gris, y la mañana había llegado. Ese día los marineros eran los primeros en recibir el sol en sus frentes y los turistas llegaban del carnaval para desayunar en el Mc Donald´s. Entre ese transitar de gente, dos hombres sacaron una bolsa negra, que parecía tener un contenido descomunal, y que alejaron del puerto hasta que ni yo pude verla.

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