Alejandra ó Vino tinto
"... Les fleurs sont si contradictoires!
Mais j'étais trop jeune pour savoir l'aimer." ."
Mais j'étais trop jeune pour savoir l'aimer." ."
-Antoine de Saint-Exupéry, "Le petit prince".
Todas las prostitutas
eran obligadas a masturbarse dos o tres veces, según el caso, antes
de que él llegara. Algunas exageraban en su trabajo quedando
totalmente exhaustas, tendidas en la cama desnudas, amándose
eternamente a si mismas, sin un mundo mas allá de aquel cuarto,
algunas veces él entraba y no sentían nada, nada de esta persona,
nada; no sentían nada de su cabello corto, limpio, hermoso, nada de
su cuerpo cálido y bronceado, nada de aquella bestialidad contenida
que tienen todos los marineros, en serio, no lo sentían, hasta que lo olían, hasta que lo veían, hasta que las tocaba, hasta que las
besaba, y se enamoraban de él, se celaban de todas aquellas a las
que ya ha tomado, se enojaban, le recriminaban, pero no por mucho
tiempo, a cada minuto les parecía una persona nueva, diferente, mas
hermoso, mas fuerte, mas callado, mas interesante y se volvían a
enamorar. No deseaban que se fuera, sus manos frías les temblaban
cuando lo veían alejarse de ellas, lo tomaban por el cuello y lo
apretaban a su pecho, y cuando se alejaba, se sentían mal, enfermas,
feas, brujas, tristes, deseaban ser mas hermosas, mas altas, mas
blancas, mas bronceadas, mas mujer, pero él partía, se alejaba
hacia la puerta y ellas lo veían, querían asesinarlo, odiarlo,
denigrar lo, pero no podían, a veces se convencían de que lo odiaban,
de que lo habían superado y hasta olvidado, pero durante las noches
se oía a alguna mujer llorandole, como si el luto las cubriera. Lo
añoraban, lo soñaban, lo imginaban, lo veían -engañándose en su
mente- en el banquero gordo y torpe, que podía pagarse todos los
días una chica diferente y que de vez en cuando regalaba alguna
baratija aquí ó allá. Y así pasaban los días, y así los hombres,
que parecían cada vez mas viejos y cansados, hasta que llegaba el día
catorce y él volvía, ellas no lo admitían pero se emocionaban,
algunas se perfumaban y esperaban ser ellas las elegidas esta vez.
Las chicas nuevas no entendían lo que sucedía, el color y el alma del
lugar cambiaba; se volvía rojo, amarillo o anaranjado en lugar del
diario común azul ó verde, ellas no lo entendían, ella no lo
entendía, no lo entendía con su vulgar mirada, y su boca limpia. Ella
se sentó en algún rincón mientras que otras la cubrían parándose
enfrente de ella para esperarlo, cuando él llegó su curiosidad fue
mas fuerte y se levantó y lo vió, lo vió acercarse a ella, tomarla
por el brazo y de pronto la dirigía a algún cuarto, ella no entendía
nada, ni tampoco el alboroto que las demás armaban, lo vió como un
hombre normal, hasta que él le sonrió y ella se sintió cálida y le
devolvió la sonrisa, la besó, le tocó rostro, ella lo alejó esperando
ser reprimida, pero no funcionño, él se alejó acercándose a la
ventana que cerró, ella en una esquina lo esperaba, su piel blanca la
hacía brillar en la habitación y él lo sabía. La tomó por la muñeca,
luego la otra, la volvió a besar, se sincronizaron, ella acercaba su
senos y su cadera, en algún momento sus sexos se encontraron y
creyeron por un momento amarse, se sentían agusto con el otro, se
sentían tensos, húmedos y torpes. Ella sentía necesidad de él y se
acostumbro a su presencia, pero él se alejó, las manos de ella se
volvieron frías y se amarraron a su cuello, esperando que no
sucediera lo inevitable, pero paso, se alejó, se vistió, giro la
manija de la puerta, pero no termino, ella había lo había impedido
clavando le las tijeras en cuello y tirándolo en el piso. Ella lloró
desnuda sobre él y se cortó la muñeca derecha, que unas horas antes
la había acercado a él. La sangre no acababa de salir de sus cuerpos; él como un caballo se revolcaba toscamente
por el piso mientras la vida se alejaba dél, mientras ella mordía su pecho desnudo buscando rasgarle la piel y comerle el corazón.
Ellas abrieron la
habitación y vieron los cuerpos contorcionados pero unidos, el color
era gris, y la mañana había llegado. Ese día los marineros eran los
primeros en recibir el sol en sus frentes y los turistas llegaban del
carnaval para desayunar en el Mc Donald´s. Entre ese transitar de
gente, dos hombres sacaron una bolsa negra, que parecía tener un
contenido descomunal, y que alejaron del puerto hasta que ni yo pude
verla.
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