domingo, 8 de abril de 2012

Regicidio


Hace calor y esa rubia aun habla a un lado de mí sin callase, de vez en cuando me suelta una mirada esperando tener en mi rostro una sonrisa, no se la daré; es coqueta y le sonríe a los caballeros. Las damas la miran un tanto celosas, y tienen porque estarlo; esa rubia es bastante hermosa, el sol le cae a la espalda volviéndose de un tono rojo, su enorme busto está casi descubierto y su sonrisa es ficticia, casi un sueño, todos la miramos; los ignorantes, le sonríen y los cultos, la admiran. La rubia me aprieta el brazo, añoro la soledad y la gente sigue llegando, no quiero estar aquí, no quiero volver a oír los números de las cuentas, los fantásticos lugares que han visitado, la descendencia de la que todos provienen, me aburren, ellos no son nada, prefiero mirar trabajar al joven en el muelle, juntando sus redes, preparándose para la mar, pero la rubia interfiere, me quiere oír, me quiere hablar y que la escuche, no lo haré. La brisa me hace sentir calor y por primera vez envidio a los animales; a las gaviotas sobreviviendo a su vida robando lo que mas pueden, me siento una estúpida gaviota intentando sobrevivir al día, pero se que es solo un momento; al final del día querré platicar, oír a la gente, beber un poco, bailar un poco, hasta que llegue la noche y pueda tomar a la rubia por la espalda y besarle el cuello, desnudarle a placer y fornicar hasta la mañana del día siguiente, se que lo haré, pero por el momento disfrutare de mi rebeldía. La gente me habla, intenta detenerme pero escapo a la playa, tal vez otro pueda ocupar mi lugar como pasa con las gaviotas, tal vez otro platique, oiga, beba y al final de día fornique con la rubia, no me interesa, me quedo cerca para observar al pescador trabajar, después de un rato deja sus cosas, me mira fijamente y se acerca a mí, me pregunta sin temor porqué lo miro, no respondo y él se va para continuar, al terminar empuja su barca y se aleja, me quedo sentado esperando algo, los arrecifes están cerca y los peces de vez en cuando saltan, pero no estoy impresionado. Las palmeras hacen que el viento tenga la voz de un niño que sin nada que hacer te toma de los cabellos, te abraza y te susurra al oído; “qué haces” y uno le responde: “nada”. Todo me da placer, todo es fácil, todo lo puedo asir; el sol, la playa, el mar, el pescador, la gente, los borrachos, la rubia, me sonrío creyendo que le hago el amor a todo al mismo tiempo porque todo me da placer, las palmeras me siguen susurrando y yo respondo y mi trago continua en mi mano, le doy un sorbo y es la vida lo que me trago. Volteo a ver a la rubia y le sonrío, me ve, sonríe y corre hacia mí, sus pechos se contonean, todos es felicidad, me toma por el cuello; aparenta estar borracha pero su aliento es limpio, ella es como una niña, como las palmeras, preguntando sin respuesta, haciendo que uno se sienta mejor, fuerte, en paz, ella es mi mar, mi mundo, pero aun no me he mojado, ni movido. Qué querrá que haga, la rubia sigue preguntando sin respuesta, le tomo el rostro como si fuera agua y la beso, y es fresco, y es tibio, y me vuelvo a aburrir, tomo lo que queda de mí y lo dirijo hacía un anciano que me ha estado viendo como yo veía al pescador, me acerco a él y en lugar de preguntar le sonrío, le invito un trago, empezamos un platica, resulta que a la mitad de la noche ciertos hombres se reúnen alrededor de un lugar y compiten, luchan entre si a puño limpio, pero solo será esta noche, por costumbre, por tradición, y todo me parece fascinante y yo quiero participar y el viejo me invita. Todo se realiza en equipos, junto a algunos borrachos que acabo de conocer y me dirijo nuevamente al lugar a la hora acordada, ahí esta el viejo. Nada me da mas felicidad que oler el sudor, ver la sangre saliendo limpia del cuerpo, no entiendo nada; solo sé que uno se queda en medio de un circulo, sale un retador, y si uno lo vence se queda en medio del circulo hasta que alguien lo venza, en este momento hay un gordo pero que tiene un brazo fuerte y buenos reflejos, un borracho lo reta y al poner el pie en el circulo, el gordo suelta un golpe tirándolo al suelo; me acuerdo de la rubia, no me preocupo alguien mas le hace el amor, salgo de entre la multitud y entro al circulo, tengo la guardia puesta y de un gacho derribo al gordo con la misma facilidad que él derribo al borracho, sin perder tiempo un retador sale atrás de mí y me golpea, doy media vuelta y me conecta un golpe en el rostro, me tambaleo y logro verlo, me acerco a él con una guardia ceñida y suelto golpes, sigue conectándome con facilidad, golpeo su estomago, su rostro, luego su riñón, y cae, sin piedad le conecto uno en la nariz, la sangre sale, mis puños se sienten débiles, no puedo respirar, estoy tenso, el circulo parece mas pequeño, el calor aumenta, sale otro retador y me suelta una patada, se acerca a mí y me abraza, me tira y me empieza a golpear, me contorsiono para darle un rodillazo, pero nada lo detiene, estoy en piso y la arena me lastima, no puedo respirar, me da otro golpe y la pelea termina. Los golpes son muy dolorosos y mi cara arde, cada vez son más intensos. Salgo del lugar y camino, alcanzo a ver al pescador de la mañana, va como tambaleándose de borracho hasta que cae, me sonrió y continúo. Llego a mi cuarto, la noche esta iluminada por la luna, pienso en la rubia, desearía estar haciéndole el amor, pero todo me duele, quisiera comer algo, pero solo tengo sed, mi cara se hincha y me siento feliz, mis manos y mi cuerpo no son los mismos de siempre, se siente sueltos, libres, mañana iré con ella, mañana hablaré de lo ocurrido y escucharé las pequeñas vidas que los demás tienen, beberé hasta emborracharme y le haré el amor a la rubia, pero primero iré con ella, incluso hoy parece pequeña, y me quedo dormido viendo el ventilador inmóvil del hotel en que me acabo de hospedar por temor a algún asalto, huele mal y mi cara continua sangrando, extrañamente hoy me siento el hombre mas feliz del mundo.

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