lunes, 13 de diciembre de 2010

Luz de Flor / Jacaranda

Jacaranda
   Recuerda que ya los has vivido, siempre te han dado miedo esas fantasías. Y aún en el ceno de esa comunidad judía, que no se puede localizar a simple vista, que en España solo pocos saben su ubicación. La sierra de Guadarrama donde los moros gobernaron, donde ahora se pierde tu pueblo, y no lo recuerdan más que los abuelos y en la que costó mucho ocultar ti supuesta locura, es donde se escapan a simple vista tus delirios. A pesar que tu padre, Jacob Tzví, era el rabino más respetable de aquel lugar, que siempre estuvieron peleándose por la falta de respeto a tu tradiciones, que tu padre te adjudicaba; ya sea alterando la paz de la familia en el Sabbat con tus gritos y tus golpes al aire, que siempre encontraban una cara en la que descargar su furia, o en la pascua cuando leían los diez mandamientos y tú te reías incontroladamente, y que solo eran terminados por un fuerte golpe de tu madre en la cabeza, pero que al poco tiempo volvían a escucharse, y un sinfín de anécdotas que me darían vergüenza contar. Siempre te educaron de una forma liberal, pero tradicionalista. Claro, unos judíos en España, que estaban destinados a ser acabados por el pueblo más cercano, pero que sobrevivieron al dejar a algunos, como tu familia, su apellido y ponerse el de la sierra, escapando fácilmente a Madrid; ahí te enseñaron las diferentes culturas, idiomas y religiones a gran profundidad y dedicación, y de la misma manera te especificaban como estaban erróneas, y como el judaísmo era la única y verdadera religión. En todas las artes fuiste instruido. Como tu padre era gran amante del arte, cine y el teatro, no había semana en la que por lo menos un día o asistieran a alguna función de estas. Nunca se preocuparon porque estudiaras matemáticas, ya que hacer cuentas era algo que todos en las escuelas y en la vida cotidiana de cualquier judío eran el pan de cada día. Así, continuaron los días hasta que alguien encontró uno de tus cuentos y nada volvería a ser igual. Tu padre se sintió increíblemente mal al leerlo, reconocía tu potencial, pero escribir eso con “el caudillo” a sus espaldas, era peligroso, te pregunto si lo recordabas, y después de que lo afirmaste, él lo arrojo al fuego, empacaron sus cosas y se fueron. Se fueron a Francia y de ahí como refugiados a algún lugar de México, descubriste que ese lugar, que era el más hermoso que habías visto era Veracruz. Ese malecón del que te enamoraste, ese sueño de por fin ser parte de algo se había cumplido. Al desempacar tu familia se volvió atea, y nunca te presionaron para que escogieras tu propia religión, y las ideas eran totalmente libres en esa casa blanca y más hermosa que las que se encuentran en España. Por primera vez no alucinabas, estabas mas cuerdo que nunca, y vivías tranquilamente entre la playa, la escuela, la relojería de tus padres y las muchachas de las que te enamorabas o ellas de ti. La familia desayunaba en la Parroquia, que siempre ayudaba a conquistar a la chica de al lado, que al igual que tú, siempre iba a desayunar en aquel lugar. Después dabas vueltas con tu bicicleta en el malecón, y en la tarde ibas con tu familia al mar. Pero te planteas otra situación; te obliga a ir a la escuela a otro lugar, a la famosa capital. Todo era tan hermoso que fue difícil dejarlo, pero tenías una total confianza de que era un mejor lugar con gente que respetaría y te apreciaría por la persona que eras. Por lo que al llegar al lugar paso lo mismo que en España. Dicen que es un don, pero de dónde es que existe el don cuando las fantasías son las que te obligan a escribirlas. Cómo decirles que “no” a esos gánsteres italoamericanos que te apuntan con una pistola en la cabeza, o aquellos enamorados que te dicen día y noche que eternices su amor. Esto te era insoportable. Lo peor son aquellos que ni siquiera son humanos; aquellas formas que desde niño imaginaste e inventaste para no sentirte solo y que de noche te acompañaban cuando tus padres guardaban tanto silencio que parecían que oraba. La mayoría de los niños los olvida, pero tú los tienes más que vivos en la memoria y ahora no caben ni en mi cuarto. No se diga con las pesadillas. La gente que te cuidaba, te tenía que inyectar para que no las tuvieras, mientras tú tenias que imaginar al guerrero que podría acabar con él. Solo desaparecían cuando terminabas su historia. Todo era tan confuso como este escrito. Nada quedaba claro, porque si estabas en España alucinabas, al llegar a Veracruz no lo hacías, cómo era que al ir a la capital lo volvías a hacer. Esto se detuvo al ver aquella jacaranda, que detenían las rapaces alucinaciones. Creciste con ellas; desde los asesinos en serie, las miles de batallas de valerosos caballeros a caballo, la mandada de pitufo y gnomos, los cazadores ingles que perseguían tigres en la India, hasta los superhéroes y anécdotas de la gente. También gente increíble, donjuanes de todo tipo. Y aún en al baño o haciendo la tarea, que son momentos de meditación e introspección, las guerras con gaitas, picos y tambores anunciando la pelea, los alardes de los héroes, las discusiones de los planes de batalla no permiten la concentración necesaria que requiere el momento. Tonto, es todo aquel que no entiendo esta que no entienda este cuento. Al igual que tú, al decidir comprar una casa en que estuviese en frente de una jacaranda para no alucinar tanto Por decisión unánime las alucinaciones querían que estudiases literatura, así estabas obligado a escribir sus historias para poder vivir en el pergamino y no en tu mente. Algunos eran razonables y le dejaban de molestar en ciertos momentos; te permitían dormir cinco horas darías, se tapaban los ojos al cuando tenías relaciones, etc. Tiempo después un periódico te contrato… Observo a tu trabajo, les gusto, y al ver tu locura, al ver tu, la locura. Todo era una total lastima para ellas, al no poder mostrar al público al ingenioso amor.
Tu cuento termina cuando te asesinan y antes de eso escribes tu biografía, lo mandas a un concurso y ganas.

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