jueves, 25 de noviembre de 2010

Bebída / Café





Café
   Suena, lo que para mi se asemeja mas a un ruido, el despertador con la misma canción de siempre, “Hoy puede ser un gran día” de Joan Manuel Serrat. El cerebro empieza a trabajar; me ordena levantarme de la cama, para ganar el pan, y así comer... pero no respondo; mi cuerpo se dirige hacia a ningún lugar de la cama en la que me encuentro, solo mis ojos tienen dirección; la vista fija en el techo; mientras que mis oídos captan ruido: “¡...un ejemplar único, no lo dejes escapar...!”. De pronto, mi mano toma fuerzas de ningún lugar y fuertemente tiro al suelo el despertador, pero los resultados son nefastos, ya que mis oídos siguen siendo taladrados con un nuevo verso: “...pelea por lo que quieres y no desesperes si algo no anda bien...”. Logré tirar el despertador pero el cable seguía conectado a la luz. El suelo y mi cama estaban demasiado retirados; y un movimiento tan brusco como el que se necesita para desconectar aquel despertador haría que las ganas de seguir durmiendo fueran nulas, intente pactar conmigo el hecho imposible de callar los versos, y así, sin quererlo, mi enemigo me provocó con una voz burlona y fastidiosa: “...si la rutina te aplasta dile que ya basta de mediocridad...”; la ira se apodero de mi y desconecte el cable; y como sucede en estos casos, ya no pude dormir; por lo que perdí mi derecho a quedarme en cama. Si mi cuerpo accede a las peticiones del cerebro, estoy perdido...
La batalla mas reciente con el despertador había acabado; tras media hora yo ya estaba duchado, tenía mi traje y me disponía a peinar, de pronto, aparece un obstáculo para el progreso de la vida metropolitana; cuarenta y dos cabellos levantan armas en mi cabeza y se rehúsan a ser peinados, me miro al espejo, observando el campo de batalla para implementar la mejor estrategia; ganan terreno, se rehúsan a perder, tomo la peor decisión de todas; corto mi cabello. En realidad no se nota mucho, y huyo de mi casa hacía el trabajo; para esto todos lo días tomo un autobús y después el metro, al salir de cierta estación doy cuarenta y ocho pasos y llego a mi trabajo. Pero hoy, al dar el vigésimo primer paso un hombre de traje, un elefante, un cazador, un perro con alas, unas piernas de mujer con cuerpo de piernas de mujer, y un caballero con armadura y su caballo me detienen. Me siento triste de no seguir mi rutina cotidiana, ni siquiera me sorprende el movimiento de las manos de aquellos seres que me detienen diciendo: “ Espera, no puedes seguir... “. Doy media vuelta y me dirijo al café de chinos que esta en la esquina, pero me detiene el perro con alas sujetando con sus mandíbulas mi pantalón; se que estoy alucinando y prefiero seguir mi camino. Así es como entro al café, siendo jalado por un hombre de traje, un elefante, un cazador, unas piernas de mujer con cuerpo de piernas de mujer, un caballero con armadura y su caballo , y un perro con alas que definitivamente no soltará mi pantalón hasta que le escriba su cuento.
Mi cuerpo y mente toman una decisión; tomar y beber lo que pedí con anterioridad, sacar una pluma y una servilleta, oír la historia del perro y tomar dictado; por fin el perro accede a soltar mi pantalón y empieza a gruñir: “grr...graa..wq”, por mi parte anotó todo cuanto gruñe, después de un minuto le entrego la servilleta con sus gruñidos, no parece muy convencido pero toma la servilleta por el hocico y se hecha a volar.
Toma asiento el siguiente en la fila; el hombre de traje habla: “¡no soy tan estúpido como el perro!, así que, saca tu laptop y escribe, lo quiero en tu blog...”; siempre hay tipos como él tratando de llamar la atención, lo preferible en estos casos es hacer lo que piden. Me toma tres horas el anotar sus historias, después de eso todavía tengo tiempo para trabajar; por lo que llego a mi casa a las diez de la noche, me acuesto y duermo, pero a los quince minutos oigo algo: “...sigo yo, levántate...”, abro los ojos y es un pené que tiene la boca en los testículos, empieza a hablar con voz fuerte, grave, ronca y tosca: “¡yo...!”. Esto es lo que me ha pasado todas las noches desde que tengo seis años, con suerte tengo tiempo de dormir cuatro o cinco horas, estoy delgado, y mi cara siempre esta ojerosa; no tengo paz, no tengo tiempo para mi, y cuando creo tenerlo, ya que aparece otro tipo, cosa o animal que requiere de mi servicio, nunca es divertido.
Por fin hago un espacio para todas esas cosas y duermo placidamente hasta que suena: “Hoy puede ser un gran día, imposible de recuperar...”, me levanto, me baño, me visto, me dirijo al trabajo, y antes de llegar al paso cuarenta y dos un payaso, un traficante de órganos, una estufa y un avión me detienen; por lo que me rindo, me dirijo al café de la esquina, pido lo de siempre y escribo lo que dicen. Al acabar, mi cuerpo esta cansado, decido dormir en el sillón de piel de aquel café; esta vez logro dormir tres horas y al levantarme la gente me mira, estoy feliz.
Se acerca la joven que siempre me sirve el café y dice: “Quieres algo mas...?”. Me detengo a mirarla por primera vez, es hermosa, tiene los ojos de distraída igual que yo, pero tiene la cara de molesta, dándome cuenta de eso vuelvo a la realidad y le pido: “una comida, lo que tengas...”. Sigo observándola su piel es blanca, no es muy alta, y su cabello es castaño, pero que por alguna extraña razón no le logras prestar atención que debes. Aun así, llama la atención que su actitud es tan tosca que su cuerpo y su mente no se coordinan, esforzando su cuerpo a su actitud.
Me interese demasiado y al pagar mi cuenta le pregunte su nombre, ella volvió a poner cara de molesta y dijo: “Magos”, tal nombre nunca lo había escuchado, y sintiéndome incómodo salí del café, ella salió atrás de mí con una bolsa de basura y oí: “que?!, y tu nombre?”, respondí, y me aleje, cruce la calle y pare, volví a donde estaba tirando la basura y la bese, subimos a un taxi que me cobro doscientos cincuenta pesos por llevarnos a mi casa; abrí la puerta, entramos, cerré la puerta y me lanzó hacia el zaguán, me beso, me desnudo y me hizo el amor antes de pasar a la casa. Al lado de mi casa había un perro que siempre veía lo que hacia en el patio, y esta vez no dudo en mirar. Terminando, ella se vistió la poca ropa que se había quitado, abrió la puerta y salió, me quede viendo el zaguán. Aquella vez, toda la noche no tuve alucinaciones. Al día siguiente me desperté antes de que sonara “hoy puede ser un gran día”, desconecte el despertador, me ase y fui al café.
Durante todo el camino quería recordar los senos, los muslos, sus ojos o su boca, pero no podía. En ese momento abrí la puerta del café y me esperaban tres alces, un hindú en una cama, una botella de vino llena de niños sin cabeza y Magos; esta vez se veía mas molesta de lo normal trasladando café, galletas y sopas de una mesa a otra. No moleste a nadie al entrar; camine despacio y sin hacer ruido hasta llegar a una mesa vacía, tenía que escribir las historias de las alucinaciones, así que, intente hacerlo de la manera mas rápida, y dio resultado, en cinco minutos yo no tenía ni un solo cliente a quien prestarle mis servicios, algo inolvidable. Tomando en cuenta lo anterior le sonreí a una camarera y le dije mi orden. No mire a Magos mientras me servían, ni cuando comí, ni cuando pague mi cuenta y salí del café. Esta vez no me siguió, así que regrese a mi casa y dormí; pero me desperté por una fuerte necesidad de comer, baje escaleras y encontré a Magos en mi casa durmiendo en el sillón.
Al despertarla me abrazará, y me besará. Le preguntaré: “qué hace aquí, cómo llegó, cuándo llegó”, ella responderá: “no tengo ni idea”. Mis brazos temblarán y podré sentir el calor de su cuerpo desnudo otra vez. Me enamoraré, me sentiré feliz los próximos diez años que pasaré junto a ella, porque nunca mas volveré a tener una alucinación, por que ella me despertará acariciándome la cara.
Algo pasa.
Entran a nuestra casa, ambos seguimos dormidos, toman nuestras pertenencias y se van. Cuando despertamos vemos lo que nos han quitado, pero no hay nada perdido ya que todo esta afuera en la calle.
Las siguientes tres semanas pasa lo mismo; hay ruidos en la casa; Magos se despierta y me levanta, le preocupa lo que piensen los vecinos y meto, sin pensarlo, las cosas, todo esto exactamente a las tres de la mañana. Todo ese tiempo Magos se preocupa, me exige nueva chapa y sus respectivas nuevas llaves. Se las concedo, pero sigue pasando lo mismo. A la tercer semana Magos se marcha. Después de trabajar yo no la encuentro en casa. Una hora mas tarde una patrulla espera afuera de mi casa, trato de entender lo que sucede, abro la puerta y no hay nadie mas que la patrulla. Siento de repente un dolor, es una jeringa en mi cuello, poco a poco mi cuerpo se colapsa y caigo, viendo un imagen de la calle, patrulla, personas y Magos corriendo desvanecerse poco a poco.
Sentí otro golpe, abrí mis ojos y ví un cuarto y gente  de bata blanca en el. Hablaban de mí: “volvió a tener otro ataque...”, “las alucinaciones cada vez son mas frecuentes”, “Balbuceaba con la palabra “Magos””, “Pobre ha estado aquí toda su vida”.
Sin quererlo me sentí cansado y cerré los ojos. Entendí todo. Sonreí, camine por la calle y arroje el pedazo de papel a la basura; supuse que si alguien tuviera que molestarme tendría que ser ella. Mientras tanto vi su rostro molesto nuevamente. Empecé a ver a tres personas que cantaban una cumbia: “yo pensaba que la vida...era distinta...y cuando era chiquitito...yo creía...que las cosas eran fácil... como ayer...”. En ese momento solo pude disfrutar de la canción, mientras caminaba libremente por la acera.

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